Las derechas actuales defienden la libertad de expresión porque han entendido que no es sólo un derecho del individuo sino una herramienta del colectivo.
Otras herramientas del colectivo son, por ejemplo, la religión o la lengua.
El idealismo del izquierdista actual defiende el derecho del individuo a ver reconocidas e integradas sus particularidades dentro del colectivo. El poder se aprovecha de ese idealismo y lo fomenta para conseguir que lleve demasiado lejos sus reivindicaciones; en eso basa su trabajo de subversión para crear una sociedad disfuncional en la cual los (supuestos) intereses individuales juegan en contra del bien común. Por ejemplo, como hay unas cuantas personas que dicen tener una identidad de género distinta de hombre o mujer, en EEUU se está introduciendo por ley el uso de un pronombre distinto para cada una de las 31 identidades de género reconocidas.
Mientras tanto, como hemos dicho, el idealismo del derechista se basa en la defensa de las herramientas comunes que identifica como necesarias para la supervivencia y el verdadero progreso. En el pasado, el poder utilizó ese idealismo para justificar sus propios totalitarismos.