Odisea XXI

Nuestros arquitectos sociales son grandes narradores de Odiseas. Como pasa con todos los timadores, a cada cuento que se inventan le ponen siempre un toque de épica, de lírica y de drama (no se entiendan aquí como géneros). Por ejemplo, en la televisión nunca sale un chico gay a secas: siempre es presentado como una bella persona (lírica), que tuvo el valor de salir del armario (épica) igual que Odiseo salió de su Itaca. Lucha denodadamente (sigue la épica) pero es acosado por hordas de malvados en las calles y las redes (drama). Aquí lo que vemos es una primera diferencia importante: frente al clásico, el Odiseo actual tiene las cualidades de la belleza y de la verdad, pero no las armas de la inteligencia y la fuerza.

Diréis: No, pero ¡él es fuerte!

Y sí, lo es, pero su fuerza no sirve sino para perpetuar su drama: por más empeño que ponga, seguirá siendo una víctima. Nunca logrará derrotar al cíclope ciego que es esta sociedad opresora, y con su esfuerzo sólo apretará más fuerte los nudos con que lo atrapan sus redes. No estamos diciendo que esto no sea en parte cierto: estamos denunciando la trampa en el relato. Cuando se presenta ante nosotros los telespectadores, lo hace con una hermosa sonrisa de esperanza, pero a esa sonrisa el protagonismo siempre se lo roba la denuncia desesperada de su situación injusta y el drama de sus peripecias en una lucha que no habrá dado sus frutos. Es siempre la crónica de otro Odiseo que no ha podido tensar su arco.

Con estas historias contadas una y otra vez se nos transmite la idea de una sociedad hostil y de la inutilidad de la fuerza y el tesón para tratar de mejorar nuestras vidas. Así se empuja un poco más hacia el aislamiento a otras personas en situaciones similares: homofobia, racismo, acoso escolar, violencia de género…todas las campañas reman en esta misma dirección, y aunque no lo sospechemos ese rumbo es intencionado. ¿O es que creía el lector que de pronto a «los de arriba» le importan estas desdichas e impulsa estas campañas desinteresadamente? ¡Con el dinero que vale el tiempo que ocupan en las teles!

En la macroescala que es el conjunto de la sociedad, esto conduce a una separación creciente entre las personas. A flotas de un sólo navío, por seguir la metáfora griega. A Jasones sin argonautas navegando en círculos. Al final, bajo esta influencia muchas personas de distintos «colectivos» se tienden a identificar y asociar – como si tuvieran más en común entre ellas que con otras con las que puedan compartir tantos otros intereses. Pero lo harán inevitablemente formando grupos cerrados, guetos de sordos donde todos hablan y ninguno escucha. En su interior, las dotes interpretativas son cruciales para recibir la atención de los compañeros: quien más aplausos levante será el más radical o el actor que mejor se rasgue las vestiduras ante las injusticias que sufren los suyos. Pero pocos valientes se atreverán a compartir apuestas optimistas y a mirar por un ojobuey del barco para saber qué hay de verdad ahí fuera, más allá de ese grupo cerrado. Tiburones asesinos voladores como en la peli aquélla de serie B, ¿no te jode?

Hay una segunda diferencia crucial entre el Odiseo clásico y el actual. Su viaje es un trayecto que representa la búsqueda de digamos uno mismo, de eso que llaman identidad. Pero, mientras que en el Odiseo clásico ésta se forja en el propio viaje, para el postmoderno la identidad es un billete de partida, y el propio viaje es impostado, accesorio. Su propósito está sólo en buscarse un encaje. Yo diría que esto tiene algo que ver el hecho de que sea un proceso de búsqueda consciente, mientras que para el primero es inconsciente. Es como eso que dicen, que «la vida es lo que pasa mientras piensas en otra cosa». Pero es que debe ser así. Y lo mismo pasa con eso de la identidad. Hay condiciones de partida, pero éstas no son lo único que define ni el rumbo ni al navegante. En nuestra ruta nos podremos cruzar con otros barquitos que salieron de puertos muy diferentes del nuestro.

Cuando al Odiseo clásico le preguntaban quién era, él decía que el rey de Itaca, que había participado en la guerra de Troya, que navega buscando su hogar… Si le preguntas a un Odiseo actual te dirá que es trans y vota a tal partido, o que es patriota votante de tal otro, o, si es Odiseo-mujer, te dirá que todos los días corre de isla en isla a la vez que lucha para luego volver a Itaca a tiempo para tejer su tela y hacerle la cena a Telémaco. O tal vez que es abogado, trabaja tal sitio y punto, en modo Linkedin. Es decir, te dará su etiqueta, su lote de fabricación, se identificará a través de un perfil en vez de una historia y sus actos; y si acaso hiciera mención a ellos, en vez de hablarte de lo que ha hecho o hace te hablará de los sentimientos que le aporta el hacerlo.