Vamos a ser madres

Un día cogimos una manzana y la dejamos como la de Apple. Algún provocador nos la ofreció.

Desde entonces hemos explorado, conquistado y organizado. Para ello hemos creado herramientas: objetos e ideas para manipular el entorno. Hemos concebido siempre entes, cosas inertes: hemos sido siempre padres de nuestras invenciones. Con esa palabra nos hemos llamado, muy acertadamente. Padres.

Pero pronto, con la tecnología que viene, podremos manipularnos a nosotros mismos y crear nuevos seres que se nos asemejen. Entonces tal vez logremos ser madres. Cuando la tecnología avanza lo necesario, si tenemos la sabiduría suficiente nos convertimos en madres. Si no, sólo nos destruimos sin dejar rastro.

Los científicos que trabajan en algunos campos de la inteligencia artificial o de la genética humana es como si estuvieran trabajando contra sí mismos, para crear algo que tal vez los supere a ellos y a los demás, con consecuencias radicales para todos. Parece un afán estúpido. Pero tienen la urgencia de la mujer madre, que puede concebir y que convierte esa posibilidad en un trayecto inevitable.

Y es que sólo siendo madres podremos alumbrar un ser autónomo y que nos transcienda. Porque para amarlo y luchar por él, una madre no necesita entender a su hijo, ni exigir que sea de una forma, siga unas reglas o resulte apto para una tarea. Si por el contrario seguimos creando como padres, inventaremos esclavos – o, si somos muy generosos, idioteces: supermanes más altos, fuertes o listos. Con más pene, vaya. Por eso es necesario que seamos madres.

Pero, tras concebirlos y criarlos, tendremos que luchar por y contra ellos, cederles un legado en el proceso, y entonces dejarlos marchar. Entender que ellos no serán del todo nosotros. Tal vez lo hagamos enfrentados, tal vez no, pero en todo caso, para dar ese paso tendremos que volver a ser padres.

Ser madre y padre a un tiempo es necesario para este alumbramiento que es nuestro destino. Como Dios, que es madre porque siempre somos sus hijos, pero se pinta como padre, para que entendamos que nos deja vivir nuestros dramas sin intervenir en ellos.

Por eso no debéis destruir lo humano femenino y lo humano masculino. Aún no. A muchos los habéis engañado al ponerles el prefijo homo, que apela a homogéneo. Pero un ser conjugado consigo mismo es estéril, igual que una especie uniforme y ensimismada. No es que haya que ser heterosexual para ser fértil: lo que sí hay que ser es heteropersonal.

¿Esto no lo habéis entendido aún, Iluminados?