Coños, enanos y gigantes

Ariana Grande ha sacado un nuevo single llamado God is a woman. «Es un privilegio tener coño», ha dicho en Twitter.

De la noticia se han hecho eco diarios como El Mundo o La Razón, que o no se han enterado de nada o se hacen los tontos, como siempre.

http://www.elmundo.es/f5/descubre/2018/07/16/5b4c3aed468aeb081a8b462c.html

https://www.larazon.es/cultura/ariana-grande-no-dejeis-que-los-hombres-se-acerquen-a-mi-LJ19109417

Este es el artículo de El Mundo:

Dios es una mujer (God is a woman) es el nuevo single de Grande (se estrenó este viernes). Un single donde se habla del empoderamiento sexual femenino, donde se acaba con los techos de cristal, donde se rompe con el machismo, donde la vagina es la protagonista y donde Ariana cuenta con una de las mujeres símbolo de todo ello: Madonna. La Ambición Rubia pone voz a una parte del discurso, al versículo de Ezequiel 25: 17, pero hecho mujer.

Porque todo el videoclip, que debería haberse estrenado el próximo día 20 de julio, pero que se ha adelantado una semana, es un canto al poder de la mujer, a las fuerzas femeninas y como ha asegurado en Twitter Grande al sexo, porque «el sexo es la fuente de toda la vida. El coño es un privilegio». Así ha respondido la artista a sus seguidores tras el estreno de God is a woman, que en tan sólo tres días cuenta ya con casi 20 millones de visualizaciones.

No es la primera vez que Ariana Grande pone voz al feminismo y al poder de las mujeres. Lo hizo con Love me Harder, Dangerous Woman o Side to Side. Sin embargo, sí es la primera vez que el poder de la vagina y el poder del sexo femenino quedan tan implícitamente destacados.

En el videoclip Ariana Grande se convierte literalmente en Dios. Se transforma en algunas de las firguras más famosos de la mitología, mientras Madonna recita la Biblia y Grande controla el mundo, a los hombres, a la naturaleza…

Ariana usa varios símbolos religiosos que ensalzan su figura y, en general, la de toda mujer, para hacer la comparación de que la feminidad es lo más sagrado y poderoso. La primera imagen del videoclip, por ejemplo, es Ariana en el centro de la galaxia seguido de la artista bañada en pintura en lo que muchos han considerado una metáfora del útero materno.

Baila dentro de la llama de una vela y es adorada por un coro vestido con túnicas blancas. Ella se sienta en la cima del mundo, tocando el ojo de un huracán. O la imagen de la Madre Tierra que Ariana acaricia convirtiéndose en una especie de diosa de la fertilidad.

Sin embargo, hay dos escenas clave en el vídeo. La primera, una gigantesca Ariana, sentada sobre un escalón, frente a un libro abierto en el que hombres diminutos le llaman «puta», «falsa», entre otros ‘halagos’, que rebotan sobre ella. Un símil de la violencia verbal que sufren diariamente millones de mujeres. A Ariana le resbalan los insultos, los hombres que la insultan, sus palabras…Tres lobos la escoltan.

La segunda imagen es el momento del versículo de Madonna. Ariana sujeta un mazo, recita a Ezequiel y lanza contra una cúpula de cristal el mazo, que rompe el techo de cristal. No hace falta explicar lo que significa. A continuación Ariana vuelve a la imagen, custodiada por las piernas abiertas de una mujer. No hay vagina, pero sí una luz que brilla en el centro de las piernas. ¿La luz que ilumina el mundo?

Y para rematar, la imagen final es La creación de Adán que corona la Capilla Sixtina. Pero no está Dios, ni Adán, está Ariana convertida en Dios y Eva, y en su pierna se dibuja quien sería Adán, igual que el fresco de Miguel Ángel, pero con todo el poder de la mujer en toda su plenitud.

Si la simbología del videoclip es el empoderamiento de la mujer, la letra es un canto al sexo libre, a lo terrenal, a lo carnal… La artista dedica parte de la canción al goce del sexo por parte de una pareja compenetrada («cuando él viene a mí yo sigo floreciendo»); al sexo sin ataduras ni complejos («él ve el universo cuando estoy en compañía»).

«Te encanta cómo te muevo;

te encanta cómo te toco;

…cuando todo esté dicho y hecho,

creerás que Dios es una mujer…»

«Chico, me gusta que no tengas miedo;

cariño, acuéstame y oremos;

Te digo cómo me gusta, cómo lo quiero…»

Hasta aquí el artículo de El Mundo.

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Debo confesar que la canción no me disgusta y que me encantan este tipo de ¿metáforas? y la simbología que las presenta.

La canción por supuesto no tiene nada que ver con la liberación femenina, los techos de cristal o el acoso verbal. Habla del poder de la energía sexual como motor rector de la vida y el Universo, y la mujer como centro de esa energía. La canción identifica empoderar a la mujer con devolverle el control de la sexualidad. Cuando dice…

Puedo ser todas las cosas que me dijiste que no fuera

no se refiere a que podrá elegir entre ser escritora o ingeniera, se refiere a que empleará su atractivo sexual para lo que desee. En el videoclip no hay ningún hombre de entre las criaturas celestiales que aparecen, y sin embargo en la letra de la canción se dirige a uno:

Te encanta cómo te muevo

El ve el Universo cuando le hago compañía

Está Todo en mí

Y es que es ella quien decide si concede o no al hombre el ansiado premio gordo, la recompensa última, que es de este mundo porque está en ella, en esta diosa terrenal. Pero un Dios es un ser estático, que no crece, que no evoluciona y cuyo objeto está en su creación, para la cual existe, al ser lo que le da sentido. Decir que Dios es una mujer es decir que la mujer no es humana, sino un motor que mueve al hombre, que es el único protagonista posible. Pero eso ella no lo sabe – es una diosa ciega – porque al final del videoclip se da vida… a sí misma.

Sin embargo, en el videoclip unos hombres diminutos increpan a esta divinidad arrojándole insultos desde un libro abierto. Algo reclaman de ella cuando la llaman PUTA y FALSA. ¿Acaso quieren degradarla? ¿O qué exigen de ella? ¿Para qué esperan los hombres que la mujer utilice su poder sexual?

Muchos dirán que desean someterla, tomar ellos el control para su goce egoísta o para asegurar la reproducción. Pero si la mujer tiene algo de divino e imprescindible para el hombre no es sólo como fuente de placer o como alguien necesario para crear una nueva vida, sino también como compañera radical y exigente que transforma la suya propia al emplear su mayor debilidad para convertirlo en alguien mejor.

Y una mujer consigue eso sin ser Dios ni ser Dios una mujer.

Una mujer sólo ama a sus hijos, no a los de los demás. Nunca podría ser madre de todos los hijos. Por eso una mujer no es Dios.

Una mujer y sus hijos son uno, nunca se desprende de ellos del todo, no los deja acabar de nacer ni puede verlos sufrir sin intervenir. Por eso Dios no es una mujer.

La mujer no es Dios porque necesita al hombre para crear. Hacen falta lo femenino y lo masculino para poder alumbrar seres nuevos e independientes, y al hacerlo crecer ellos mismos y tal vez así acercarse a la divinidad.

La iglesia mantuvo a la mujer condenada a ser sólo madre en acto, una Virgen con el niño a cuestas. El progresismo también quiere una mujer encerrada pero sobre sí misma, ginocéntrica y ensimismada, ajena al hombre en cuanto pieza nevesaria, estéril. Un progresismo sincero buscaría que la mujer fuera madre en potencia, igual que el padre (pero sin necesidad de un empujoncito externo para animarse a serlo). Que lo sea porque nazca de ella, no por imposición ni por automatismo natural. Aspiraría a que la mujer pudiera ser el padre de su deseo de ser madre.

En lugar de eso, los impostores del progreso alejan a la mujer de ese padre que anhela encontrar dentro y fuera de sí. La invitan a autovenerarse y a exigir veneración poniendo su cuerpo en un altar y sacando el Santo Coño en procesión, como hacen ahora las feministas.

Un coño no es sólo el muelle de expediciones de una fábrica de niños, ni sólo un charco para chapotear los gorrinos. Pero tampoco es un altar divino, porque en un altar se veneran los hechos, los frutos de lo que alguien hizo por nosotros: las obras o sus autores, no las potencias. El coño si es divino no es un altar ni una talla, sino una pila bautismal donde nacen los niños y se transforman los hombres. Si para una mujer es un privilegio tenerlo, como dice Ariana, es porque es dueña de esa capacidad y de decidir sobre ella: pero para el hombre también es una bendición que ella lo tenga, porque es una oportunidad transformadora, como decíamos antes.

Un coño es una trampa y una puerta en la vida de un hombre. Un cepo que lo retiene y lo entrega al amor, que lo lleva hasta otra puerta, la que lo descubre como padre. Pasado ese umbral, lo que le dé al hijo se lo dará por generosidad, por voluntad propia. Se lo cederá a otro que sabe que no es él. A una madre en cambio le costaría no dárselo: es generosa por desprendida. Si algo le niega, sea mejor o peor persona, sea condicionada por la naturaleza o la cultura, le podrá pasar eso de sentirse mala madre. Por eso ambos son necesarios para alumbrar la nueva vida.

Una madre ya lo es en parte antes de tener hijos. En cambio, el padre se hace del todo en la aventura. La madre que busca niños es una mantis generosa. Con las tenazas del sexo, el cariño y si es preciso el chantaje, captura y desmenuza al macho, pero de éste no se alimenta a sí misma sino a su voluntad de tener hijos. La mujer necia cree haberlo devorado: la sabia pronto reconoce en el padre que juega con sus hijos al mismo hombre que atrapó, que ha vuelto, traspasada la puerta, transformado en un gigante.

Un gigante, como ella, mucho más grande que su coño.