Esto no sé si se lo he leído a alguien, pero supongo que en el fascismo o el nacionalsocialismo (me pregunto si también en el comunismo), lo que el pueblo espera encontrar en el Estado, más allá de una mera estructura de gestión de los intereses comunes, es una especie de AVATAR (sí, como los de la película de James Cameron). Una proyección gigante de sus valores, urgencias, esperanzas y miedos, de la cual además cada uno forma parte.
Por eso cuando se habla de las atrocidades de esos totalitarismos, no se atribuyen sólo a sus dirigentes sino a los miembros de su sociedad. Hitler era sólo la sombra agigantada del nazi que habría dentro de cada alemán.
En el Estado del Bienestar, en vez de ese Avatar lo que se nos vende es un SUPERHEROE en el que confiamos para que vele cómodamente por nuestros intereses y solucione nuestros problemas. Es un superhéroe que alimentamos entre todos pero que no somos nosotros, aunque supuestamente se mueva dentro del marco de nuestros acuerdos y sea su garante.
Con el tiempo ese superhéroe se nos convierte en más bien un mercenario, hasta que se le cae la máscara y descubrimos en él a un SUPERVILLANO.
Entonces clamamos en su contra y exigimos que vuelva a transmutarse, pero no en Superhéroe sino de nuevo en Avatar.