En el mundo hay todo un mundo de lugares sin carteles, y en la lengua todo un cuerpo de palabras inauditas, inarticuladas. Son muchas las cosas sin bautizar, y muchos los nombres que por suerte nadie ha puesto.
Dicen que hay más vocabulario en inglés que en español. Fijaos si el español es rico que sabe que hay palabras que es mejor no tener. Que no hay que hacerle todo el trabajo al hablante, que a veces es mejor que vaya sin llaves y dé un rodeo y se abra las puertas a patadas. Los significados son conjuntos de coordenadas, figuras que se fijan con puntadas sobre el tapiz de la lengua: si su cuadrícula es muy fina, el peligro es aproximarlo todo al nudo más cercano, reducir la figura a un punto – una palabra que ya existe pero que no es lo mismo.
Inventar palabras para todo es como creer que de un viaje sólo quedan las fotografías, no los recuerdos que despiertan borrosos entre ellas.