Nunca me ha gustado nada la prostitución, pero prohibirle algo a una mujer me resulta impensable. Ellas deben ser las dueñas de su vida. Pero según los socialistas ellas solas no pueden proteger su propia dignidad, por lo cual ellos lo harán en su lugar, como un guerrero de la fe lucha por sus divinidades.
Si para otros la mujer es un florero, para ellos es una talla que sacar en procesión, que no debe escapar de sus hombros.
Cuando decían que el socialismo quería traer el Cielo a la Tierra se referían a que iba a reemplazar a los seres humanos por una biología de diosas, vírgenes, arcángeles y demonios. Eso es hacer desaparecer la Tierra. «Que el cielo caiga sobre nuestras cabezas», maldecía Astérix.
La derecha ordena, y la izquierda clasifica creando nuevos órdenes. En la visión colectivista neomarxista todos pertenecemos a una categoría en un orden biológico y al mismo tiempo celestial. El ecumenismo no es sólo de las fes espirituales.
Si tu dignidad depende de lo que hagan otros es porque no existes como individuo. Tu dimensión individual no te define. Lo que haces como individuo son las funciones vitales básicas: comer, respirar, cagar…pero nada que te defina como persona. Eso queda dado por esa clasificación: hombre, mujer, hetero, homo, trans, blanco, negro… Este socialismo tiene de científico (de cientifista) el rigor con el que aplica esta entomología según criterios biológicos: para ellos el cerebro es una víscera más, así que sentirse algo que no corresponde con los genitales también puede ser algo biológico. Su mano dogmática se delata cuando trata de explicarlo todo en función de una misma ley universal, la de una dinámica de opresores y oprimidos, ignorando la existencia de otras fuerzas.
Pero al mismo tiempo no es una doctrina puramente cientifista sino religiosa puesto que, lejos de quedarse al margen, interviene sobre el ecosistema y lo hace desde arriba, no como un producto del mismo, y promulgando un credo, en vez de dando herramientas materiales a los individuos o grupos y apartándose de su camino. También lo es porque deliberadamente ignora las cruciales diferencias entre unos individuos y otros dentro de una misma clase, las cuales son clave para explicar el ecosistema; es decir, su trabajo previo de clasificación es una construcción completamente errónea e inútil, cuya existencia sólo tiene como fin la imposición de una serie de dogmas de fe. Se empeña en perseguir demonios que habitan en nuestro interior («masculinidad tóxica»), o en asignar características totalmente inverosímiles («a las mujeres hay que creerlas sí o sí», etc), con la coartada de sanar a las personas, pero la intención real de condenarlas a su casillero. Con esto además no sólo crea clases homogéneas sino que su orden se extiende hasta lo sobrenatural.
Este socialismo es un cocktail de dogmas pseudocristianos y cientifistas. Un ecumenismo total. Pero al exponernos a este veneno tal vez sea cuando, a la larga, vuelva a nacer nuestra verdadera humanidad.