En Occidente, los límites de la libertad individual no son inamovibles, sino que van cambiando según el siguiente ciclo:
Fase 1. Mi libertad termina donde comienza la del otro (filosofía clásica).
Fase 2. Mi libertad termina donde comienzan los derechos del otro (sociedad del Estado de derecho).
Fase 3. Mi libertad termina donde comienzan los sentimientos del otro (sociedad de los ofendidos).
Fase 4. Mi libertad termina donde comienza la seguridad del otro (sociedad de los contagiados).
Fase 5. Mi libertad termina donde comienza la seguridad de su alma (sociedad de los pecadores).
Después de la fase 5, con suerte se vuelve a la 1.
Al principio (fase 1) mi libertad termina donde el otro a lo mejor me da una hostia.
Más adelante (fase 2) es igual, pero el que yo me lleve la hostia lo garantiza otro. De la fase 1 pasamos a la 2 cuando, gracias al liberalismo, se genera suficiente riqueza como para que los débiles se multipliquen. Un matón – el Estado- se encarga de dar las hostias.
De la fase 2 se pasa a la 3 cuando el liberalismo que queda genera riqueza suficiente como para que se multipliquen incluso los débiles mentales. El matón se forra protegiéndolos a tu costa.
De la 3 a la 4 nos dejamos llevar muy fácilmente cuando, con tanto sentimiento mal entendido, ya no somos capaces de entender que la vida supone un riesgo. Eso sí, al que caiga que le zurzan, porque tampoco vamos a arriesgarnos a enfrentarnos a los que mandan.
Los contagiados de la 4 pueden serlo por un virus, o por unas ideas o creencias peligrosas. Son equivalentes. La seguridad es la de su cuerpo, su salud física o mental.
La 4 se transforma en la 5 cuando, por culpa de los débiles mentales, hay tanta pobreza que el matón te vende que hay un alma que tienes que salvar. Con tanto hambre lo que es el cuerpo desde luego no se salva. La salud del otro es la espiritual.
Del 5 volvemos al 1 cuando hay todavía más hambre, te vienen a joder y lo terminas mandando todo a tomar por culo.