Jiménez Losantos contaba las torturas y masacres del bando «republicano» en Madrid en la guerra civil, apoyado por las brigadas de Stalin.
Parece mentira que hoy en día tan poca gente conozca semejantes atrocidades. Ahora bien: Losantos recuerda que el bando republicano fue apoyado desde Rusia, pero se olvida de recordar que el bando nacional también fue apoyado desde el exterior. La guerra civil no fue media España con los rojos de Stalin contra la otra media sin nadie detrás. No habría durado un suspiro. Y aquí la pregunta no es qué bando era mejor o peor, cada uno podremos pensar lo que sea. La pregunta es si hay alguna mano negra, además de la roja y la azul. Hoy en día hay un obvio empeño en seguir alimentando nuestra división. Ese empeño sale del bando de la «izquierda», y se ha traducido en una ignorancia histórica generalizada que ha calado en la mayoría. No se puede ser franquista pero sí hablar a favor del bando republicano o llevar camisetas del Che, y pocos tienen en mente sus crímenes junto a su cara amable. Pero inevitablemente al final cada vez hay más personas que reaccionan desde la derecha, claro. Es una buena estrategia de división fratricida: en vez de azuzar a las dos mitades al mismo tiempo, alimento a una de ellas, y tras un tiempo va a hacer tanta presión contra la otra que ésta va a tener que despertar. En ese momento apoyo a sus líderes, elimino opciones moderadas, y la inercia es tal que el enfrentamiento será inevitable. Y yo tendré el control sobre la intensidad de ese enfrentamiento, incluso podría hacer que se mataran en una nueva guerra civil. En efecto, en España estamos viendo cómo ha llegado un momento en que una masa hasta ahora silenciosa ha reaccionado y se ha sumado a la trinchera capitaneada por Vox, y lo ha hecho no porque fueran malvados nazis esperando su oportunidad – que los hay, pero pintan poco – sino para tratar de frenar la deriva totalitaria de la «izquierda». Es de tontos ponerse a discutir cuál de las dos trincheras nos convence más: eso es precisamente lo que la mano negra quiere que hagamos.
Sus intenciones van más allá de lo que creemos. Los movimientos patrióticos están convencidos de que hay unos grandes poderes internacionales que alimentan a la izquierda y la inmigración descontrolada para destruir y disolver la Europa cristiana creadora de civilización, y España como uno de sus puntales. La Europa tradicional molesta porque su tradición y sus ciudadanos son demasiado exigentes con los que mandan, y no se van a conformar con cuatro mendrugos de pan en el Elysium que las élites quieren montar. Esta explicación suena súper épica y la creo acertada en buena parte, pero las élites hilan más fino. No quieren disolver eliminando, quieren ecumenizar, que es mezclar, mantener la esencia de las partes – o un sucedáneo, más bien – en un proceso que tiene que hacerse con nuestra aprobación y creyéndonos conscientes de lo que estamos haciendo.
Entonces, en España el objetivo de la mano negra al alimentar nuestra división es acabar apareciendo como reconciliadora de ambas mitades. Lo que tienen izquierda y derecha en España en común es su mentalidad católica, el sentimiento de culpa. Al que ataca y al que se defiende con violencia al final lo podemos hacer sentir culpable fácilmente. Y esa culpa mal medida lo hace sumiso. Si nos volvemos a enfrentar nos haremos esclavos de nuestro odio. Cualquier ser humano acaba siendo esclavo de su odio, y es sano medir y reflexionar ante la violencia. Pero lo que no es sano es el chantaje emocional. El sentimiento de culpa no debe cegar a la razón. Y el día que eso suceda, aquél que venga a reconciliar a los españoles será el hasta entonces instigador oculto de nuestra división. ¿Quién puede ser? Alguien que lleve mucho tiempo jugando a dos bandos. Pero ninguno nos daremos cuenta. Un demonio de blanco aparecerá en los campos de batalla de España, desarmado y llamando a la paz. Tiraremos las armas y nos rendiremos ante nuestro falso Padre y verdadero enemigo.