Los españoles de ahora son igual de idiotas que los que se levantaron contra los franceses. Lo que no sé es si serían igual de heroicos, reblandecidos hoy en día por una vida de facilidades. Parece mentira que no nos demos cuenta de la estupidez de la mayoría de nosotros: la Historia lo dejó muy claro cuando pusieron al mequetrefe de Fernando VII… y todos se quedaron tan contentos. La mayoría de los españoles que se levantaron contra los franceses no lo hicieron por el Rey o por España, ni siquiera por su propio interés. Lo hicieron porque ésos son símbolos del conjunto de todos nosotros, y podían ser odiados por unos y queridos por otros, pero no íbamos a tolerar que nadie viniera de fuera a entrometerse. Los españoles antimonárquicos siempre han pensado que si hay que quitar al Rey, lo quitan ellos, para de paso darles una lección de moral a los malditos convecinos defensores de la monarquía.
Éste es un país que no bombardea a otros y que condena el abuso y la injusticia cuando son declarados, pero que también es muy cainita. Y Caín no va a tolerar que nadie más venga y mate a su hermano. A su hermano lo mata él, que para eso es el que se ha estado tragando sus mierdas: sería intolerable que lo hiciera un extraño que no tiene nada en particular ni contra el uno ni contra el otro, y que incluso podría darles el mismo trato a ambos sin entender ni importarle las rencillas que hay entre ellos. Si alguien hubiera atacado a Caín y a Abel, ambos se habrían unido contra el agresor, pero Caín habría defendido a su hermano con toda la rabia, porque quiere que Abel pague por lo que le debe a él, no por lo que tenga con nadie más. Así que más vale que no se meta ningún extraño de por medio. Si alguien más tenía algo contra él que luego vaya y orine en su lápida si quiere, pero él va primero. Como un maltratador con su pareja.
Ahora bien, bajo tanta estupidez hay un diamante. En España todo es personal y moral, y colectivamente las cosas no las defendemos porque nos beneficien ni las rechazaos porque nos perjudiquen. Por eso la mayoría de los españoles no se paró a mirar si algo de lo que traían los franceses podía ser bueno. No tenemos fe en ningún sistema, porque siempre va a venir alguien que lo joda todo, así que tampoco nos vamos a creer demasiado lo que nos traigan de fuera. Y si es por las malas, mucho menos. Aunque ahora mismo cacareemos las bondades de la democracia o la Constitución, en el fondo sabemos que por sí solas no significan nada: todo se acaba por corromper, y por eso hay que desconfiar. Una desconfianza que a veces es la del sabio que duda, pero casi siempre la del cainita que cree que todos son de su condición o la de la oveja desde su cerca. Por eso hoy en día nos importa poco que dinamiten las instituciones. Lo que nos mueve a hacer las cosas son cuestiones personales y morales, para bien o para mal. Precisamente eso hizo de nosotros el país evangelizador que fuimos, y eso mismo nos convierte en el mayor laboratorio de ingeniería social del mundo.